Silver Economy: hay futuro, y dinero, en la formación y la tecnología

Según los datos de 2015 de la OCDE, España es el segundo país del mundo, tras Japón, y el primero de Europa con una mayor esperanza de vida, con 83 años de media. Cerca del 40 por ciento de la población española tendrá más de 65 años en 2050, mientras que cerca de un 15 por ciento superarán los 80 años. En 2017, el 20 por ciento de la población era mayor de 65 años, siendo también el primer país de Europa y el segundo del mundo.

Sugería el periodista alemán Frank Schirrmacher en su, ya antiguo, libro “El complot de Matusalén” (2004), que vamos a una sociedad de viejos centenarios cuidados por viejos septuagenarios, ayudados por los hijos de los actuales inmigrantes que serán ayudados por las tecnologías. Lo “vio”, y yo mismo vengo escribiendo sobre ello desde hace 15 años, y el tiempo le va dando la razón.

El envejecimiento español es evidente y alcanza máximos históricos. En nuestro país, en el año 2050, los mayores de 65 representarán más del 30 por ciento del total de la población. Los mayores de 80 años serán más de cuatro millones, y es de prever el impacto en la demanda de servicios de salud, con unos costes relativos (que es previsible serán paliados en parte por la evolución de la tecnología, más barata) en aumento, vía:

    • La cronicidad de las dolencias de los mayores.
    • Las patologías agudas de los mayores.

La asistencia gerontológica será el eje central de los sistemas de salud públicos y privados (con un difícil proceso de adaptación de los seguros de salud a esta coyuntura). El sector de enfermos crónicos y dependientes está en expansión, y constituye una de las áreas en que es necesaria la creación de empleo para hacer frente a la creciente (“La sanidad española en cifras”, 2016) demanda de servicio: es un tema que no puede seguir demorándose porque el problema existe aquí y ahora, y ya es más que evidente.

La esperanza de vida aumenta, pero estaría empeorando la salud media de los más mayores. Se hacen necesarios planes públicos y proyectos privados orientados a un envejecimiento activo y saludable, ayudando a envejecer y vivir bien “como mayor”.

El envejecimiento poblacional estaría afectando gravemente al crecimiento económico potencial de España. Es evidente: la producción depende de dos factores, trabajo y capital. El capital ha sido siempre la preocupación fundamental en un contexto de abundancia de mano de obra, sin embargo, en la actualidad:

  • No se encuentra personal cualificado para las nuevas demandas generadas por la aguda y vertiginosa digitalización de la economía.
  • Hay menos personas, e irá a más, que pueden trabajar. Se registran caídas de productividad en términos de microeconomía y economía de la empresa, pero en términos macro, de país.

España pierde población. Cada vez, son más los ancianos que fallecen solos en su domicilio, con evidentes faltas de atención. La soledad es un problema grave en los mayores (en Reino Unido se ha creado un ministerio para paliar este problema).
Hay una evidente brecha, un negocio, en la ayuda psicológica, en la atención a la soledad y en el divertimento del mayor.

En este contexto, creo que será necesario trabajar en torno a los siguientes ejes:

1. Estudiar medidas para prolongar la vida productiva de las personas, al menos de los mayores que deseen seguir aportando valor a la sociedad.

2. No contamos con personal cualificado, ni redes empresariales públicas o privadas para atender la demanda de cuidados, de asistencia y ayuda que el futuro inmediato va a requerir. Es urgente invertir en educación sanitaria gerontológica, lo cual es absolutamente necesario de cara al futuro, a tenor de los datos.

Para 2025, necesitaremos promover la formación y entrenamiento de profesionales en las áreas de dependencia, prevención de riesgos laborales, pruebas médicas, psicología, prevención e investigación centradas en el envejecimiento de la población. España tiene 5’2 enfermeros por cada 1.000 habitantes, mientras la media europea es de 8’4. Dinamarca o Finlandia elevan ese porcentaje hasta un 16 por 1.000. Y todo ello, sin considerar nuestra posición en la escala de “vejez”.

3. Medicina preventiva: trabajar en planes de envejecimiento activo y saludable, previendo la cronicidad (luchando contra el tabaquismo y la obesidad, que matan lentamente, con altos costes personales y sociales, entre otros factores).

4. Hay un nuevo sector de atención, cuidados y consumo centrado en los mayores, que va a requerir profesionales de todo tipo de servicios, no sólo sanitarios, sino también sociales, de acompañamiento, de cuidados psicológicos y atención de recados.

5. Por otra parte, es de prever una evolución de la tecnología y la robótica aplicada a los mayores en el corto plazo:

  • El sensor se incorporará a la vivienda del mayor, ora en el colchón, ora en la cocina.
  • El internet de las cosas gestionará la provisión de alimentos y medicamentos.
  • El robot y la inteligencia artificial serán elementos clave de la vida del anciano.

Por ejemplo, en Japón, ya hay planes gubernamentales e iniciativas privadas para lograr que, con robots, se pueda complementar la tarea de los cuidadores. En el futuro, serán herramientas clave en la asistencia y cuidados domiciliarios al mayor.

Personas centenarias, ayudados por personas septuagenarias, ayudados por personas y organizaciones que ganan dinero proporcionando servicios a personas muy felices.