¿Conferencias de contenido o club de la comedia?

Hace en torno a veinte años que doy ponencias, conferencias y participo en eventos.

Me preparo mis conferencias individualmente, adapto mi mensaje, preparo para cada evento mis diapositivas.  Como un artesano. Busco, si es pertinente, algún vídeo que realmente aporte, incluso los preparo “ad hoc” con la ayuda de profesionales.

Intento incorporar una gota de humor, como es natural, para hacer más “llevable” y “llegable” mi mensaje, impactar más y hacer pedagógica transferencia de mi contenido. Como un artesano, preparo cada ponencia.

No digo que yo lo haga bien y los demás mal. Hay auténticos profesionales de la conferencia, gente magnífica, que aporta y que enseña en cada evento. Que enseña, digo, que tiene fondo y tiene forma, siendo muy importante el fondo. Que sabe y sabe dar forma a lo que sabe y a cómo lo comparte.

Viene todo esto a cuento de que, veo, en los últimos tiempos, profesionales de la superficialidad. Con poca “chicha” y mucho énfasis en la forma, en la superficie de la forma.

Pocas ideas y muchos chistecillos. Petulancia de baratillo. Obsesión por ser diferenciales en la indumentaria: gafas muy llamativas, ropa estridente, obsesión por romper la norma, obstinación por salir de la “normalidad” que ellos consideran vulgar. Miran con simpático artificio y desde la altura a su público. Y, casi siempre, a los demás conferenciantes o ponentes que exponen en su evento.

Siguen un patrón estridente, petulante, en el que prima la simpatía a raudales desde la superioridad. Hacen uso de lugares comunes en contenido sin contenido, mensajes repetitivos y facilones (como si el público no fuese a poder entender algo más elaborado o difícil) y tienen obsesión por el positivismo y por proyectarse como divos y divas humildes “porque quieren”. Lo que me gusta llamar el “bri-yo”, brillar desde el ego, porque yo lo valgo.

Estamos ante el club de la comedia, caracterizado por monólogos simpáticos, que buscan una o dos carcajadas, con una presentación, siempre la misma, en cada empresa. No entiendo por qué las empresas les contratan, debo de ser yo el equivocado.

En mi opinión, una conferencia empresarial debe constar, al menos, de los siguientes elementos o características:

  1. Presentación ad hoc. Con mensajes preparados para la empresa y para los participantes. Es claro que, si haces muchas conferencias, para hablar de un tema siempre haya un tronco común y un mensaje que vas a repetir, pero adaptado, a cada situación.
  2. Interactividad. Sí, sin duda, pero sin buscar la interacción superflua, la risa por la risa. La interacción y el humor deben estar subordinados al mensaje, al contenido, hay que lograr transferir dos o tres mensajes clave, de utilidad, que mejoren el trabajo y el día a día profesional del que escucha, cumpliendo los objetivos del que paga la conferencia.
  3. Huida del «divismo». Se te supone, no hay que darse importancia de más. Estás hablando en público porque alguien te ha llamado. Lo ha hecho porque eres alguien en tu campo. No hay que andar explicando que conoces a tal o cuál, que coincidiste en un acto público allende los mares (eres muy importante) con el fundador, gerente de una importantísima multinacional o que te tuteas con el magnate x o y o con el político de turno. Se te supone.
  4. Concreción. En mi opinión, no hay que llevar cuatrocientas ideas, solo un puñado valioso. Las justas para que el que pueda (porque tenga una libreta) pueda anotar una o dos ideas, trucos, consejos o recomendaciones. Las justas para que el que no tenga bolígrafo eche de menos tenerlo para registrar esa idea valiosa para su día a día que merecía ser anotada.
  5. Contenido. El contenido es importante, es lo importante. Y lleva un envoltorio, la forma, que ha de ser estético, visual, eficaz, pero no es la esencia, que lo es la materia de lo que expones, atractiva e importante, nuclear y relevante, enfocada y actualizada. Para la empresa. Para el que escucha.
  6. Coherencia. Hay que seguir un esquema que no suponga exhibir llamativísimas diapositivas una detrás de la otra, independientemente del tiempo que te han encomendado. Mi recomendación: introducción, nudo y desenlace. De lo general a lo particular, con una secuencia de ideas enfocada a la transferencia de un puñado, ya digo, de mensajes clave, que puedes y debes repetir. Por supuesto, las diapositivas deben llevar poco texto, ser bonitas y llamativas: pero lo central, realmente, es que cumplan su función y que el orador pueda exponer sus tesis.
  7. Tiempo. Hay que ceñirse a las necesidades de quien contrata. Si te dio media hora, tu ponencia debe treinta minutos, ni más ni menos. Eso es oficio. Y si, sobre la marcha, te indican que dures diez minutos más o menos, lo harás. Porque más allá de las gafas coloridas, la ropa disruptiva o el síndrome de clown, tienes oficio. Y sabes. Del contenido y de la verdadera forma: la de adaptar tu ponencia al evento en el que estás. Y desde luego, jamás, pero jamás, prolongarás (me sucedió el otro día) tu ponencia más de lo debido, incluso a sabiendas de que perjudicas al siguiente orador, que lo que tú dices de más, lo dirá de menos tu compañero de evento.

Creo que hay un síndrome ‘Club de la Comedia’. ¿Hay que ser siempre simpático y rompedor? Yo prefiero ser eficaz en el mensaje, un poco más técnico y menos clown, con todo el respeto. Ser motivador, lo justo, y si toca, que no siempre toca. Y usar un poco de humor para hacer llegar el mensaje mejor, pero el humor no es el centro.

No soy un comediante; me niego a competir en gracietas, chistecillos, sentimentalismo barato, obsesión por la forma. Que si story telling, que si comedias entretenidas… Prefiero dar contenido, compartir conocimiento, cuidando las formas en su justa medida.